ESTATUA DE CONDILLAC
En su Traité des sensations (1754) Condillac hace uso constante de la idea, o imagen, de una estatua que se halla «interiormente organizada como nosotros», pero cuyo exterior, de mármol, no le permite usar de ninguno de los sentidos. Los sentidos se le van agregando, de modo que la estatua va recibiendo sucesivamente diversos tipos de impresiones. Lo que se trata de saber es lo que hace «la estatua» limitada a uno de los sentidos y lo que va haciendo cuando se le van «agregando» otros sentidos; el aumento o disminución del número de sentidos basta, afirma Condillac, para persuadimos de que se pueden formular juicios «muy distintos de los que nos son hoy tan naturales» (op. cit., I, 1, § 4).
Empezando con el sentido del olfato, los conocimientos de la estatua sólo pueden alcanzar a los olores. La estatua no puede tener ideas de extensión, figura, «ni de nada que esté fuera de ella, o fuera de sus sensaciones» (I, 1, §