APERCEPCIÓN
Es el nombre que recibe la percepción atenta, la percepción acompañada de conciencia. Descartes escribía que «es cierto que no podemos querer otra cosa sin apercibirla [que nous n’apercevions] por el mismo medio que la queremos» (Les passions de l’âme, I, 19). Leibniz distinguía entre percepción —la cual representa una multitud en la unidad o en la substancia simple— y apercepción —equivalente a la conciencia— (Monadologie, § 14). Los cartesianos, alega Leibniz, solamente han tenido en cuenta las percepciones de las que hay conciencia, es decir, las apercepciones. Pero hay asimismo percepciones confusas y oscuras, como las propias de ciertas mónadas «en estado de aturdimiento». Hay que distinguir, pues, entre percepción y apercepción, si bien esta última, siéndolo de la primera, es continua con ella.
Kant distinguió entre la apercepción empírica y la apercepción pura o trascendental. La primera es la propia del sujeto que posee