INMANENCIA
Se dice de una actividad que es inmanente a un agente cuando «permanece» dentro del agente en el sentido de que tiene en el agente su propio fin. El ser inmanente se contrapone, pues, al ser trascendente —o «transitivo»— y, en general, la inmanencia se contrapone a la trascendencia. En el artículo Acto nos hemos referido ya a dos tipos de actividades de que habló Aristóteles en Met.: las actividades en que la acción pasa del agente al objeto (como «cortar», «separar», etc.) y las actividades en que la acción revierte sobre el agente y se completa en él (como «pensar»). Puede llamarse a estas últimas propiamente «actividades», a diferencia de las primeras, que son «movimientos».
Muchos escolásticos han tomado pie en esta idea aristotélica para distinguir entre una actio immanens (o permanens) y una actio transiens. Así, por ejemplo Santo Tomás en S. theol., I, q. XIV (et al. loc.). Este sentido de ‘inmanente’ e